martes, 26 de octubre de 2010

Táctica perfecta para aniquilar la autosuficiencia

El otro día estando ya listísima para recibir mi postre me trae la mesera un pedazo de pie de queso. Como me vio con cara de confusión y titubeo se me acerca de nuevo y me pregunta si “encontraba bien mi orden”. Los primeros segundos no supe qué contestar, pero finalmente me animé a preguntarle, no asegurarle, si en efecto lo había pedido de queso y no de limón como imaginé. Volteo con lo demás de mi mesa pero la verdad es que nadie pudo respaldarme. No se atreven y los entiendo. Tantas veces me han tenido que corregir. Como en otras ocasiones, recibo de la mesera una de esas sonrisas entremezcladas con ternura y compasión. No hay problema, me cambian mi postre sin más. Los demás en la mesa sueltan la carcajada. No por la confusión de la orden que a todo momento y en todo restorán se da, sino por mi cara de frustración. Y es que con este ejemplo puedo extrapolar el fluir de mis días. Habrá casos más graves, lo sé, hay sujetos que ni recordarán su nombre, pero el mío es tal que me preocupa no estar segura ni de mis propias palabras de hace unos segundos. Y qué decir de mis experiencias más serias, pero por hoy me quedaré con este ejemplo de limón. Es muy extraño asegurarme y reasegurarme de todo lo que recibo, asimilo y proyecto. Dudar de mis pensamientos, de mis acciones. Pero verás, no me desespero, he descansado en un Dios perfecto en diseño y propósito. No para que se mofe de mí, y si acaso se ríe siempre lo hace con mucho amor, sino para que conozca todos los días de mi vida que entre más dependa de Él, mis pasos tomarán mejor dirección. Y en toda aquellas experiencias donde caiga o esté a punto por distraída, ver cómo me toma de su firme y tierna mano para decirme: “Alma… Alma, voltea, es por acá”.

Foto: http://mybyrdhouse.blogspot.com/2009/06/sour-cream-lemon-pie.html

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