El cielo estaba nublado, caía una que otra gota. Una vez antes de partir al cementerio, otra ahí, en la lista final de los cantos para despedir a Don Nacho, le reiteramos a nuestro Dios entre tristeza y una profunda e inigualable paz que, “ya sea que vivamos o muramos somos de Él”… por Él. Como recordaba mi amiga: “Mi abuelito Nacho una vez me dijo: no pierdas ningún momento para predicar el evangelio. Aprovecha cualquier oportunidad que tengas para hacerlo”.
Hoy también me entero que un grupo de misioneros listos para apoyar a un hospital en San Quintín en el que trabaja una amiga, fallecen al estrellarse su avioneta en el que viajaban.
Un día de tristezas, de muchas preguntas para nosotros aquí; de confiar en que Dios tiene un propósito perfecto en todo esto y que no hay control que escape de sus manos. Para los que han pasado a estar en la presencia de Dios, día de ganancia.
Me dice mi mamá: “Yo quiero estar así, cuando alguien en la familia muera, yo quiero esa paz.” Nos sonreímos y quedamos calladas escuchando el coro “cuando allá se pase lista, cuando allá se pase lista, a mi nombre yo feliz responderé”.
“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” Daniel 12:2 y 3.
No hay comentarios:
Publicar un comentario