sábado, 16 de octubre de 2010

Cuando allá se pase lista

El cielo estaba nublado, caía una que otra gota. Una vez antes de partir al cementerio, otra ahí, en la lista final de los cantos para despedir a Don Nacho, le reiteramos a nuestro Dios entre tristeza y una profunda e inigualable paz que, “ya sea que vivamos o muramos somos de Él”… por Él. Como recordaba mi amiga: “Mi abuelito Nacho una vez me dijo: no pierdas ningún momento para predicar el evangelio. Aprovecha cualquier oportunidad que tengas para hacerlo”.

Hoy también me entero que un grupo de misioneros listos para apoyar a un hospital en San Quintín en el que trabaja una amiga, fallecen al estrellarse su avioneta en el que viajaban.

Un día de tristezas, de muchas preguntas para nosotros aquí; de confiar en que Dios tiene un propósito perfecto en todo esto y que no hay control que escape de sus manos. Para los que han pasado a estar en la presencia de Dios, día de ganancia.

Me dice mi mamá: “Yo quiero estar así, cuando alguien en la familia muera, yo quiero esa paz.” Nos sonreímos y quedamos calladas escuchando el coro “cuando allá se pase lista, cuando allá se pase lista, a mi nombre yo feliz responderé”.

“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” Daniel 12:2 y 3.

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