viernes, 26 de septiembre de 2008

Lo sabio ni a Sus pies


No les resto inteligencia e ingenio; si han de hablar, procuraré escucharles con atención. No me irritan su finos criterios, al contrario, aprecio la instrucción y los destellos de luz. Entiendo, en gran parte, su torpeza al socializar; de hecho me resulta bastante cómica, pues cómo practicar maneras con un libro en un cuarto a solas, donde la única esperanza en la mayor parte del día es: “disculpe, aquí los tiene” del que se ha ofrecido llevarles los alimentos. Y para nada me molestan sus fachas genuinas, porque sí, sí creo sólo son contadas las ocasiones que se ven en un espejo; ni en mil años les cruzará ofenden al “fashion industry” de París.
Pero… pero ese modo de ver la pregunta ignorante, de levantar le ceja y apuntar al cielo, como si, por favor, también estuviera atentísimo a cada una de sus palabras, cada vez que se aproxima un discurso, me revuelve el estomago y me dan ganas de correr para que, si es que se llegan a dar cuenta, vean sólo ha quedado su único público fiel: los grillos.

Y más, los que alimentan sus pechos inflados al olvidar, al igual que aquellos, que no es para tanto si tuvieran una perspectiva real del las cosas.

Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.” (1 Corintios 1:24).

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