miércoles, 24 de septiembre de 2008

¡Ay de aquel hombre!

Estos son dos fragmentos de un artículo de Eugenio Orellana, fundador y director de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos...

La globalización, ese monstruo que nos tiene a todos atrapados en sus fauces insaciables, tiene la virtud (¡vaya virtud!) de esconder en sus intrincados laberintos sociales a los verdaderos culpables de la situación que vive el mundo de hoy. Y lo logra con tal maestría, que nadie puede señalar a nadie y así, aquellos que —tomando las palabras de Jesús— deberían ser echados a lo profundo del mar con una piedra de molino de asno colgando del cuello, siguen tan campantes haciendo de las suyas.

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La gasolina en el mundo sigue subiendo. Imposible identificar a «aquel hombre» que ha generado este problema. Se están terminando los productos agrícolas que se reproducen mediante semillas y pronto habrá que conseguirlas (las semillas) de ciertas compañías transnacionales que tendrán el monopolio de su venta en el mundo. ¿Cómo ubicar a quienes dirigen estas compañías gigantes si se pertrechan en edificios herméticamente cerrados a visitantes indeseados? Se fabrican automóviles movidos por electricidad con generadores autorrecargables y que podrían ser abastecidos de poder, además, en el propio tomacorrientes de la casa, pero de pronto desaparecen del mercado y no se vuelve a oír de ellos. ¿A quién preguntarle las razones que se tuvieron para sacar del mercado esos vehículos que podrían ser la solución para el transporte de millones a lo ancho y largo del planeta? ¡No hay a quién preguntarle! ¡No hay responsables! ¡Las puertas permanecen cerradas y no hay quien las abra, a lo menos por ahora!

Se destruye la selva del matto grosso talando indiscriminadamente miles y millones de árboles y se echa la culpa a unos pobres aborígenes que hacen quemas controladas para poder sembrar su yuca y su malanga. Se provoca el deshielo tanto en el Polo Norte como en el Polo Sur y todos nos preguntamos a qué se debe. Y la respuesta, ingenua y maliciosa es: al recalentamiento global. Como si este fenómeno se diera por generación espontánea sin que la mano de «aquel hombre» tenga algo que ver con el asunto. Y nos dicen que nosotros somos los culpables por usar un desodorante con aerosol. Y nosotros, sospechando que esa es la causa, empezamos a usar desodorante tipo roll-on. Pero el problema no solo se mantiene sino que se agrava. Y nosotros, por si acaso, seguimos con el roll-on.

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