miércoles, 24 de noviembre de 2010

Es añadidura

Decía cierto hombre, a forma de paráfrasis, que lo único que quería era libertad de aquel pecado que tanto lo avergonzaba. Anhelaba desesperadamente no caer ya más. Pero no lo veía a Él; en su corazón no entendía que el peor mal que estaba cometiendo en vida era no amar a Dios con todo su corazón, mente y fuerzas. Que, como dice el verso, es éste el primero y más importante mandamiento. Su ídolo era la libertad, no Dios.

Cómo me ha tocado esto, pues cuántas veces creemos acercarnos correctamente a Dios. Secretamente anhelando sólo mire de reojo nuestros otros ídolos: deseos de paz, bienestar, prosperidad, libertad, para que pronto atienda nuestros ruegos. Dios merece nos arrodillemos ante Él porque es Santo, Digno de todo loor sin importar si decide a nosotros inclinar o no su oído. Si llegásemos a recibir algo, es añadidura.

Tarde en entender, debo admitir, aquella parábola de Mateo 20 donde el padre de familia paga distintos salarios a sus obreros, porque dice: ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío?El que Dios nos ame es un regalo extraordinario; el que nos perdone y entable una relación con nosotros en Jesucristo es mucho más que sublime. Nunca será normal, jamás, que el Creador haya decidido estrechar su mano a tan viles seres.

Las palabras del aquel famoso predicador que siempre retumbarán en mi mente: Si Dios decidiera al final de cuentas venir y destruir a toda humanidad… Dios, Dios seguiría siendo bueno. Pero como su Palabra es veraz, promete no sucederá.

Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.

Salmo 51:4


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