lunes, 23 de febrero de 2009

El bien y el mal: ¿son relativos?

A menudo se comenta que el mal y el bien son conceptos relativos, que lo que puede ser verdad para mí no tiene por qué serlo para ti. Pero la realidad es que si alguien nos agrede sin motivo alguno, ya el mal sufrido no nos parece tan relativo. Es posible que para mi agresor los conceptos de justicia o dignidad no sean los mismos que yo tengo, ¿o acaso podría yo ser tan arrogante de considerarme con una moral superior? Pues sí, sí que finalmente descalificamos su moral y dejamos de ser tan relativos. Y es que, efectivamente, hay unas morales superiores a otras, y no hay que tener miedo a decirlo porque cuando actuamos lo neutro no se da casi nunca. Cuando trabajamos honestamente hacemos bien, cuando además lo hacemos con excelencia hacemos más bien aún. Cuando engañamos en nuestro trabajo de ventas, hacemos mal, cuando lo hacemos con gente pobre hacemos más mal aún. Cuando no nos comunicamos con nuestra pareja lo suficiente hacemos mal, cuando además la engañamos, más mal... y así con todo.

Todos nos pronunciamos bajo valores morales que vamos asumiendo. Incluso los informativos de radio y TV, que según dicen sus libros de estilo deben ser objetivos y sin juicios de valor, lo hacen continuamente; basta que un presentador del telediario use las palabras terrorista o tortura para confirmarlo.

Cuando alguien ha cometido un hecho injusto contra nosotros o contra un familiar querido, exigimos retribución, venganza... Y aunque existe como una moda consistente en calificar peyorativamente como moralista a quien expone con claridad sus principios acerca del bien o el mal, la realidad se que por mucho que se fuerce no podemos engañarnos indefinidamente. Todos vivimos bajo una moral que rige nuestro comportamiento, pues la realidad es que el bien y el mal sólo nos parecen relativos cuando no nos tocan las narices; pero cuando no ocurre así, todo cambia.


¿Y qué pasa con todas nuestras conscientes e inconscientes acciones dañinas e injustas que han ido quedando por ahí a lo largo de nuestra vida? ¿Exigimos el mismo pago y venganza para nuestro mal que para el de los demás? Cuando un daño ya está hecho, exigimos justicia. Basta con ver a la madre de un hijo asesinado para darnos cuenta, un hecho que se aplica a todos los niveles de mal: pequeños y grandes. En este sentido, si Dios existe, es lógico que Él no sea partícipe del mal y que no se muestre indiferente o atraído hacia lo repudiable. Pocas personas se imaginan un Dios que disfruta o que comparte esencia con el mal. Es más, por este motivo, una de las primeras causas de ateísmo es precisamente la existencia del propio mal en el mundo, pues de entrada suponemos que si Dios existe debe ser esencialmente bueno. La buena noticia es que el Jesús de los evangelios confirma todas estas presuposiciones que Dios mismo puso en nuestro interior cuando nos creó. Pero la realidad que nos muestra este Cristo de la Biblia no es que la respuesta a este continuo problema está en nuestro interior, no, sino que todos hemos hecho mal y que, por nuestros méritos, no podemos ser partícipes de la comunión eterna con un Dios bueno y justo.

HAY ESPERANZA
Todos somos culpables y esa es la mala noticia. La buena noticia es que tras presentarnos ante este cuadro tan espantoso como realista, se produce el milagro, el regalo inmerecido: un inocente paga por todos, absolutamente todos, nuestros errores cometidos y por cometer tan sólo a cambio de que tú lo creas y lo vivas. Se trata de un escándalo, el escándalo de la gracia, el de la libertad y de lo gratuito que tanto indignaba a los religiosos que se encaraban con Jesús. Y es que ese Cristo no es un salvador sino El salvador que pide a las personas que se arrepientan a cambio del perdón pues “en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4, 12). Esto era lo que todos buscábamos dentro de nuestro corazón, una respuesta completa y definitiva. Pero, ¡ojo!, este Jesús no obliga, no tiene nada que decir a quien considera que jamás ha hecho algo malo. Por lo tanto, si estás convencido que nunca has hecho nada de lo que debas arrepentirte, entonces decir que Jesús murió por tus pecados no tiene sentido. En cambio, si consideras que hay enfermedad debes saber que Jesús es El sanador, “el camino, la verdad y la vida”, según él mismo te dice.

© delirante.org

http://www.delirante.org/mitos/sufrimiento/bienymal.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

genial! Todos hacemos mal, y necesitamos reconocerlo. La buena noticia es que Dios viene a rescatarnos mediante su propia pesona: Jesús