lunes, 14 de abril de 2014

3 verdades


Hoy se cumple un año que falleció mi sobrino de tres meses. 

Hay una parte de mi corazón que se encoje cada vez que lo digo, pero Dios ha logrado añadir a esta afirmación paz y gratitud; hay mucho más que tristeza vacía como en un principio. Duré varios meses sin el valor suficiente para ver sus fotos y aunque todavía no he logrado admirarlas con detenimiento, hay días en que me sorprendo contemplando en ellas su mirada. Es hermosa. Me hace fantasear tantas cosas. A una persona quizá discapacitada que nos enseñaría a amar mejor, a percibir con mayor prontitud la fatuidad de nuestras ilusiones terrenales. Me imagino en él una combinación maravillosa de ternura de su mamá y de su padre, templanza. Pero concluyo que en esto hay egoísmo. El verdadero amor es por su bienestar. El final de todo su dolor. Es agradecimiento de visualizarlo jugando en su hogar celestial en compañía de otros niños y la mayor recompensa que pueda tener cualquier persona: Jesucristo. Mi añoranza de su presencia aquí es secundaria. Su ganancia eterna es la que importa.

¿Es muy pronto este intento? No lo sé. Pero por más que pasan los días conozco que no es el tiempo el responsable de secar cada lágrima. Ha sido la compañía de Jesucristo manifestada en su Palabra (la Biblia), en familia, amigos, abrazos sinceros, silencios; pero en esencia, Él.

Quiero darle gracias por tantas cosas y me frustra quedar muda buscando refugio en el horizonte con un simple “Dios” en mis labios. Pero verás, no es un mero sustantivo para mí porque más allá de la palabra, me refiere al lugar donde ha encontrado abrigo mi mente… mi corazón.

Soy tan torpe testigo, pero inclusive en la incompetencia la luz de Dios no se puede ocultar y es por eso que me animo a darle gracias por estas tres de sus verdades que han sido mi roca en todo día gris, en todo momento en que se avecina la sombra de dolor. Se resumen en tres palabras, tres poderosas palabras que me han hecho descansar y... sonreír: su misericordia, paz y esperanza. 

Porque tu misericordia es mejor que la vida, mis labios te alabarán. Salmo 63:3

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. Filipenses 4:7
Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen, que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él á los que durmieron en Jesús.  1 Tesalonicenses 4:13 y 14




1 comentario:

Jorge Castro dijo...

Solo el amor en Cristo por un hermano de doble sangre podría dar origen a un texto tan impecable. Dios les siga bendiciendo en su nueva y maravillosa recompensa.