lunes, 28 de abril de 2014


El hombre estaba destinado a dudar de sí, pero no de la verdad; ha sucedido precisamente lo contrario.

Actualmente la parte del hombre que el hombre proclama, es exactamente la parte que no debía proclamar: su propio yo. La parte que pone en duda, es exactamente la parte de la cual no debía dudar: la razón Divina. Huxley, predicó una humildad que se conformaba con aprender de la naturaleza. Pero el escéptico de nuevo cuño es tan humilde, que duda hasta de poder aprender. De ahí resulta que si nos hubiéramos apresurado a decir que no existe una humildad típica de nuestro tiempo, nos hubiéramos equivocado. La verdad es que hay una real humildad típica de nuestro tiempo. Pero ocurre que, prácticamente, es una humildad tan envenenada como la más desorbitada de las postraciones del asceta. La vieja humildad era una espuela que impedía al hombre detenerse; no un clavo en su zapato que le impedía progresar. Porque una vieja humildad hacía que el hombre dudara de su esfuerzo, lo cual lo conducía a trabajar más duro. Pero la nueva humildad hace que el hombre dude su meta, lo cual conduce a cesar su esfuerzo por completo.

Ortodoxia de G. K. Chesterton

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