jueves, 4 de diciembre de 2008

...y nos ven pasar


Desde niña te veía pasar, pero Tú no me conocías. Me alcanzaba el olor de tus bendiciones, y creía eran para mí. Comía tus migajas y me sentía feliz.

Pero un día ya no me fueron suficientes y me atreví a pedirte más. Me llevé la sorpresa y dolor más grandes cuando me dijiste: “No es para ti”. En un principio no supe qué pensar. Estaba sumamente desdichada.

Fue entonces que tus palabras, las de allá del monte que me parecían tan bellas como la misma poesía, cobraron vida. Vi tu resplandor y fue peor: quise correr, no era digna siquiera de ver; quise preguntarte cómo es que me tenías aquí… “Soy un trapo de inmundicia”-entendí-. Justo en ese momento me detuviste del brazo (yo jamás iba a regresar).

“quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.”

“¿Crees?”- me preguntaste-. “Sí, sí creo”- le dije-.

Ahora, sí te contara ahora: ahora conoce mi nombre y nos ven pasar.

1 comentario:

Mario Lizola dijo...

Muy padre esta realidad en tu vida y como lo plasmas...

DTB