lunes, 29 de agosto de 2011

Galletas para celebrar

Hace un mes, y un día, que cumplí el primer año en esta mi tercera década de vida. Me gusta, debo ser sincera. No solo por reconocer la cada vez más evidente gracia de mi Dios al concederme más vida (como bien dijo ayer un amigo que por estos días cumplió otro más: “porque yo nací con tifoidea, le doy gracias a Dios por mantenerme hasta aquí”; bueno, más o menos fue dicho así, si no, parafraseo). Es muy gratificante ver como en cada año que cumplo puedo desprenderme con mayor facilidad, o mínimo la ilusión y el intento están, de las cosas de niños. Niñez entendiéndose como aquella persona que obra con poca reflexión y advertencia. Atisbar el peligro, la inconveniencia de antemano que pueden llevar a caminos de frustración. Gratificante conocer como Dios con mayor insistencia me anima e instruye a cargar con una mente inconforme, aguda y sensata que sea capaz de luchar por su reino aunque cueste siempre “nadar contracorriente” (como diría Marcos Vidal). El verdadero gozo no está en ningún otro lugar.

Inicié mi nuevo año con unas ricas galletas hechas en casa por mi prima, por aquella que hace pocos meses nos acaba de regalar a la familia una preciosura que está estrenando sus dos primeros “incisivos”. Celebrando así en un caluroso y quieto parque pensé: me encanta… sí, me encanta comprobar cada año que mi Dios ha sido, es, y será siempre bueno.

No hay comentarios: